Boletín Jazz: “Se corre el riesgo de perder individualidad como músico por miedo a salirse de lo que se supone que debe ser el jazz

Juan “Pollo” Raffo es uno de los mejores músicos del país, con una larga trayectoria como arreglador docente y compositor. Este viernes presentará “Diatónicos anónimos”, su trabajo más reciente, en el Teatro del Viejo Mercado. Aquí habla de su amor por el barrio de Flores, sus vínculos primigenios con el rock y los prejuicios sobre los géneros musicales.

por Marina Cavalletti

Tu último trabajo tiene formato de quinteto ¿qué te permite esa formación al momento de pensar los arreglos y tocar en vivo?
– Los grupos chicos tienen la ventaja de que hay mas lugar para la interacción. Usando una imagen futbolera te diría que hay más espacios para aprovechar. Lo que es interesante y atractivo es trabajar la orquestación de ese grupo chico de forma de que los roles no sean siempre los tradicionales (melodía en los vientos, armonía en el piano, ritmo en el bajo y la batería) sino que se intercambien con frecuencia. Usando otra imagen futbolera te diría que jugamos sin posiciones fijas.

A ese quinteto se suman invitados en la mayoría de los temas ¿estarán presentes en el show del viernes?

– No va a haber invitados. Vamos a hacer el show con el grupo estable, que ahora es un cuarteto: Martín Rur en saxos y clarinete, Tomás Pagano en bajo, Rodrigo Genni en batería y percusión y yo en teclados. Los temas que están grabados con más instrumentos han sido reorquestados para esta formación. Además vamos a adelantar bastante material del próximo disco, que está planeado en principio para el cuarteto.

Diatónicos Anónimos es un disco con resonancias jazzísticas, pero a la vez con polifonías hacia otros géneros ¿Cómo lo catalogarías genéricamente, a nivel de predominancias? A la vez ¿pensaste en alguna constante, algún concepto que ordene los tracks?

– No creo que sea un álbum de género, sino más bien ”de autor”. Un poco a la manera de lo que pasa en el cine donde se puede preferir ver películas digamos… de suspenso, o elegir ver una película de determinado director, independientemente del género que aborde. Los elementos musicales de las composiciones de “Diatónicos…” son aquellos que forman parte de mi historia auditiva: el jazz, el rock, la música argentina y latinoamericana, la música clásica y, en general, todas las músicas de tradición callejera y popular. La constante es la combinación de esos elementos de forma tal de que el discurso resulte, en el mejor de los casos, personal y original. Además hay un especial cuidado en el orden de los tracks, pensándolos como si fueran capítulos de una novela o escenas de una película. Aunque me parece que el concepto para ordenarlos es más intuitivo que racional.

¿El Barrio de Flores tendió un puente en tu inspiración? ¿las postales urbanas de ese lugar generan paisajes sonoros? ¿habrá un tercer volumen?

– El rótulo “Música de Flores” sintetiza, para mí, ese concepto de música de autor: es música del barrio donde vive el tipo que la compone. Por otra parte, Flores es de esos barrios de Buenos Aires donde todavía se pueden ver retazos de lo suburbano dentro de la gran metrópolis. Algunos de sus referentes literarios mezclan con éxito atorrantismo y erudición: (Roberto) Arlt, Oliverio (Girondo), (Alejandro) Dolina. Toda esa armonía entre elementos disímiles es muy inspiradora. Definitivamente va a haber un tercer volumen, y posiblemente más.

Tenés una amplia formación académica y la aplicás como docente ¿cuáles son las cosas que te sorprenden de los jazzistas actuales? ¿cuál es el mayor potencial y la mayor debilidad de los jóvenes que hoy hacen jazz?

– Es una grata sorpresa la cantidad y la calidad de músic@s de las últimas generaciones que se dedican al jazz y músicas paralelas como actividad principal. También es muy saludable el crecimiento del volumen de oyentes interesados en el jazz, aún a costa de cierta postura snob de parte de algunos. El mayor potencial de los jóvenes es justamente que pueden aprovechar las condiciones actuales de enseñanza y difusión. El mayor peligro (prefiero “peligro” a “debilidad”) es creer que el apego a los cánones establecidos es necesariamente un valor en sí mismo. Se corre el riesgo de perder individualidad como músico por miedo a salirse de lo que se supone que “debe ser” el jazz. En ese sentido, los docentes tenemos una gran responsabilidad. Creo que debemos resistir la tentación de bajar línea a los estudiantes y de postular nuestras preferencias personales como si fueran dogma.

Has dirigido ensambles durante largo tiempo ¿qué cosas necesita comprender un grupo de músicos al momento de ensamblar? ¿un grupo de virtuosos es necesariamente un buen ensamble?

– Cito a Pat Metheny: “el mejor músico es el que mejor escucha”. Para mí, todo se reduce a eso: escuchar con atención lo que suena alrededor y no estar tan pendiente de lo que uno está tocando. Cito a Gary Burton: “cuando se maneja un auto se está atento al tráfico, no a los pedales”. En cuanto al virtuosismo (supongo que técnico, ¿no?), opino que no influye ni a favor ni en contra del éxito del ensamble.

Participás en discos de músicos de rock ¿cómo describís tu relación con ese género? ¿qué tenés para decir sobre el prejuicio que acusa al rock de género “simplista”? De igual manera ¿qué tenés para decir sobre el prejuicio que acusa al jazz de género “complejo”?

– Bueno… soy un hombre “del” Rock, no un inmigrante. Por una cuestión generacional, empecé en un momento (mediados de los ’70) donde lo más interesante y creativo para un músico joven pasaba por participar de ese colectivo que luego se cristalizó como Rock Nacional. De ahí que mi relación con el género es absolutamente natural, lo mismo que con el jazz. Me parece que los prejuicios y las generalizaciones son, justamente, simplistas. Quien afirma que todo el rock es simple no escuchó con atención a Gentle Giant, Invisible, o Premiata Forneria Marconi. Quien afirma que el jazz es necesariamente complejo no reparó en la claridad y transparencia de las grandes orquestas de swing de los ’30, que además eran inmensamente populares. Por otra parte: ¿la complejidad o la simpleza son, de por sí, valores a tener en cuenta? ¿O lo que verdaderamente importa es que la música esté bien compuesta, bien interpretada y que provoque algún tipo de emoción?